Apagar un rato algo que no anda es una manera simple de hacerlo arrancar y, así como lo hacemos con los aparatos, la idea es aplicarlo en nosotros y nuestras relaciones antes de que el cansancio o lo no dicho se conviertan en bombas a punto de explotar.
Antes de entrar en pánico cuando internet deja de funcionar, lo primero que hemos aprendido a hacer es a apagar el router o reiniciarlo. Lo mismo hacemos con celulares, televisores, computadoras o cualquier aparato que -de repente- se para, empieza a patinar o anda lento.
En casos extremos, incluso, nos metemos en los recovecos más recónditos y polvorientos de casa para desenchufar justo el objeto (y no algún otro que anda bien tal como está) que requiere el tratamiento de urgencia para ver, si al dejar descansar los cables o a lo que sea haya que darle respiro, el mismo vuelve a la vida para nuestro alivio infinito.
En especial si justo nos quedamos sin compu en medio de una clase de zoom, la fecha límite de una entrega o el mejor momento de una serie. En la mayoría de los casos, la técnica del reiniciado o desenchufe es casi milagrosa para devolver la vida a nuestros, cada vez más preciados, aparatos tecnológicos.
Esta semana, con mi batería en menos 50, decidí aplicar la idea en mí misma y –por un momento- me permití reiniciarme, desenchufarme, ignorar un rato la lista de pendientes para prestar atención a un cuerpo que le pedía permiso a una pierna para mover la otra y a una cabeza en la que las neuronas flotaban dispersas.
Por supuesto, primero me tomé la fiebre y corroboré mis sentidos de gusto y olfato para chequear que “solo” era cansancio lo que “tenía”. ¿Por qué nos cuesta aceptarnos agotados? Hasta parece que prefiriéramos cualquier otro mal antes que admitir que, con la infinidad de cosas que hacemos por día, en algún momento, nos cansamos.
Ya hemos conversado en este espacio de la cultura del no parar, del consumo desenfrenado y de no perderse “nada” (¿qué se nos juega acá?). No importa si para ello debemos llenarnos de suplementos, vitaminas y analgésicos; allí estamos nosotros al pie del cañón de los demás aunque estemos a punto –literalmente- de desarmarnos.
Por eso, la idea de reiniciarnos me pareció interesante no solo para aplicar en nosotros cuando sentimos que la energía no acompaña ya que solemos ser más efectivos después de media hora de descanso, música o relax sino que también podría aplicarse a otras áreas de la vida.
En primer lugar a nuestras relaciones; en especial a aquellas que nos importan y no pasan por un buen momento o en las que percibimos cierto desgaste que nos incomoda, pero a las que preferimos mantener igual antes que darle al botón de apagar para luego prender y que todo marche con brillo renovado.
Reiniciar una relación no tiene que ver con tirar “verdades” a diestra y siniestra sino con –así como nos permitimos descansar- abrir una conversación sobre lo que nos sucede o, simplemente, hacer una pregunta. No son encuentros sencillos y es mucho más fácil evitarlos, pero lo cierto es que esa comodidad se torna tan incómoda que muchas veces le damos una pausa indefinida a algunas relaciones por no tener el valor de reiniciarlas.
Es como cuando la computadora se niega a hacer algo justo cuando no habíamos guardado en dos horas. En algún momento tomamos la decisión –durísima- de apagar, desenchufar o reiniciar al tiempo que rezamos (sí, en esos momentos casi todos somos creyentes) para que el aparato en cuestión haya tenido la viveza que nos faltó para atesorar al menos algo de todo nuestro esfuerzo.
El otro camino sería quedarnos indefinidamente a la espera de que la computadora reaccione por sí misma, no importa cuánto o qué tome. Y eso es lo que a veces hacemos con las relaciones que nos importan así como con trabajos, compromisos, actividades y –claro- nosotros mismos.
Muchas veces nos dejamos estar hasta que algo de afuera pasa y nos modifica: nos enfermamos, nos agreden, nos despiden… Sin darnos cuenta de que solemos ser los protagonistas -por acción u omisión- de situaciones que podríamos sortear con aprendizajes más sanos si apretáramos el botón de reiniciar.